Martes 25
de Octubre de 2011
22.50
“22.50” es una obra de Marisa Salas, que nos hace vivir
y convivir mientras dura la representación en un clima misterioso que
hace de los espectadores parte de la situación.

“Ser parte de la situación”, implica una convocatoria muy original, pues
en la introducción de la dimensión temporal, el público como partícipe
necesario se pregunta y se conmueve con cada escena.
María Pastur, Daniela Echarte y Mayra Aguerreberry, actúan lo real
lacaniano: esa imposibilidad de significar a la muerte, significante tan
requerido y tan postergado en los neuróticos, que hace de atracción
permanente en la obra, porque como en la vida misma, siempre nos
preguntamos sobre el significante muerte, que no tenemos, que de alguna
forma queremos atrapar y se nos escapa, como se nos escapan
efectivamente los minutos que en la actuación hacen de figura en ese
fondo siniestro.
Participar del tiempo en “22.50” crea en el público esa realidad que
siempre tiene éxito porque el cuerpo de los actores y el cuerpo de
aquellos que lo ven, quedan unificados en un transcurrir conjunto: no se
sabe lo que va acontecer, por lo tanto la intriga siembra dudas en un
horror neurótico que no quiere enterarse de lo que ya se sabe.
El género de terror no es un género fácil de actuar y ser creíble para
aquellos que lo ven, pero Marisa Salas, logra con varios recursos
escénicos, musicales, visuales, y fundamentalmente la dimensión temporal
incluyente, que da nombre a la obra; que se represente de manera
creativa , atrapando algo de lo real.
“22.50” es una obra que cuenta lo perverso de una forma particular, lo
bordea, como la pulsión bordea al “objeto a” –diría Lacán. Ya que hay un
resto que nunca el lenguaje logra atrapar, pero sí, excelentemente las
actrices bordean y transmiten siniestramente lo que el público necesita
saber: no más ni menos, la información exacta para que las piezas
sueltas puedan ordenarse una vez que la obra termina y el espectador se
pone a pensar.
El terror representado en una historia de perversión, quizás sea uno de
los terrores más espantosos, porque encierra tabúes, situaciones
incestuosas, el horror de lo que no puede ser contado ni dicho, pero que
paradójicamente, Marisa Salas se atreve a contar y decir, en esta obra.
Misterio, terror y horror, que nos ofrecen Pastur, Echarte y
Aguerreberry con sus excelentes actuaciones, muy interesante para ir a
ver en teatro.
Recomendable para aquellas personas que se animan a más, que les gusta
pasar del umbral de lo no conocido y temido, y mirar cada tanto el
reloj, sin temor a que marque: “22.50”.
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